“La regulación de la ingesta se encuentra ligada a la regulación del estrés y este a la regulación social (relacional). Comer y amar son dos verbos que se conjugan juntos al inicio de la vida.” – Cordella P. y Moore C.
“Es difícil que seas capaz de tomar decisiones amables para ti cuando ni siquiera sabes lo que te está pidiendo tu cuerpo. Transmite tu amor a la comida y a tu cuerpo cuando comes.” – Louise L Hay.
Cuidar lo que comemos es una idea que ha sido cuestionada por nosotros y las personas que forman parte de nuestro entorno. Actualmente, me encuentro con muchas personas que se sienten desorientadas respecto a su alimentación, por una parte, existe una tendencia natural a buscar esa cazuela que comían en su infancia, mientras que otras situaciones reflejan una etapa de plena búsqueda y autodescubrimiento hacia un nuevo modelo alimentario.
Para entender si cuidar lo que comemos es un reflejo de nuestro amor propio, se me ocurrió un ejercicio a la que me gustaría invitarlos a participar: describamos cómo sería nuestro plato ideal. Puede ser en colores, recuerdos, palabras, dibujos, canciones, una danza, en realidad lo que sea capaz de reflejar un plato feliz con el que nos sintamos cómodos y que según nuestro estado de ánimo y/o emociones podemos obtener un resultado diferente todos los días añadiendo una variedad de sabores a nuestro paladar.
Antes de comenzar, será necesario contextualizar nuestro escenario actual y en base a ello detenernos a pensar en este plato; consideremos entonces la estación (temporada), el lugar y los seres (personas/animales/plantas) que forman parte de este proceso creativo.
Mi plato ideal sería:
Cálido, colorido, con sabores a tierra que traen las leguminosas, acompañado de granos enteros, encima decorado con hierbas frescas, aromas provenientes de especias variadas que se entrelazan para viajar hasta el corazón, ojalá en un plato de greda, todo vegetal para mí, con un toque a sabores del mar que traen las algas.