Las emociones y la comida
Decidí escribir estas palabras para compartir un poco el sentimiento que tengo ahora en relación a la alimentación en el hogar.
Estar más tiempo en casa, me ha llevado a observar nuevamente los alimentos, por ejemplo, me he detenido a pensar en sus procesos de maduración, cambios de texturas, calidad de almacenamiento, aroma, frescura, propiedades nutricionales, entre otros.
Mi relación con ellos se ha convertido en algo más íntimo, cada vez que compro tomate, lechuga, paltas o huevos siento lo valiosos que son para mi hogar. He podido darles un valor más importante, ya que me han motivado a cuidarlos con cariño; de hecho, imagino platos en los que podríamos innovar.
Es ahora cuando la alimentación en el hogar está reflejando la esencia de nuestras costumbres, pienso que es una oportunidad para comprender el origen y la construcción de nuestros hábitos de alimentación, de observar en qué periodo nos encontramos ahora o si podemos describir nuestro modelo de alimentación actual. Analizar este punto es importante, conocer si decidimos qué, cuánto y cuándo comer es un gran descubrimiento. Decirnos si estamos comiendo por el impulso de un aburrimiento, por la imagen tentadora de un recuerdo, una emoción intensa y descontrolada, o algo más sencillo como aquel envase de papas fritas que nos dice “cómeme”. Incluso podemos preguntarnos si afecta el orden en que se disponen los alimentos en el supermercado en las prioridades de nuestras compras tanto como la promoción de un delivery.
Algunas formas de lidiar con estas emociones: intentar realizar movilidad corporal, trabajos de respiración, tocar un instrumento o hacer cualquier actividad creativa que nos ayuda a observarlas y conectarlas con nuestro sistema nervioso y digestivo; luego, ya más tranquilos, podremos tomar la decisión por las lentejas o el pastel.
La alimentación y la despensa
Lo que comemos depende en gran parte del contenido de nuestra despensa. La organización es fundamental para controlar ingestas descontroladas (valga la redundancia); pero la organización es variable, no es igual para todos. Entonces, guiémonos con aquellas actividades en que somos planificados y apliquemos esta estrategia a nuestra alimentación, pensemos en ensaladas, guisos, pastas, cremas, sopas, budines, tortillas, empanaditas, pancitos, hay miles de alternativas. Una vez tengamos las opciones de platos o recetas, podremos empezar a definir frecuencias de consumo a la semana/mes, por ejemplo, budines dos veces al mes, pancitos cuatro veces a la semana y así…
Tanto en mi familia materna como paterna, amamos la comida y encontramos todas las excusas posibles para juntarnos a comer. Aunque ahora no es posible, tampoco siento la necesidad de armar un banquete, por el contrario, siento realmente que debemos preparar lo que necesitamos. Adelantar una o dos comidas, conservarlas refrigeradas por pocos días o congeladas por un par de semanas son buenas estrategias para mantener una carga nutritiva beneficiosa para nuestra salud.
Las cantidades son otro capítulo, no es algo que podamos estandarizar, va muy ligado a nuestras emociones. Pero conocer nuestra escala de equilibrio, es decir, cuánto puede variar una taza de arroz, una palma de pescado o un trozo de pan para mí es una buena estrategia. Como los colores o los sonidos, los tamaños también cambian, la manera en que percibimos el arroz o las papas en el plato están influenciados por nuestras sensaciones de apetito, por nuestro estado de ánimo también; creo entonces, lo que necesitamos es aprender a tomar decisiones con calma, ni enojados ni ansiosos, en el fondo entender nuestras emociones y relacionarlas con los alimentos.
Actividades diarias y alimentación
En general, me encanta estar activa, no paso mucho tiempo sentada, de hecho, saco la vuelta todo lo que puedo antes de lograr concentrarme y sentarme de una vez. Cuando lo logro, me doy cuenta de la energía que necesito cada día, que a pesar de que no sea exactamente la misma energía del lunes versus la del sábado, mi organismo tiende a avisarme cuando los nutrientes están escasos o la energía en un desbalance para encontrar mi bienestar.
Por otro lado, entiendo que mi gasto de energía ya no es el mismo, ya no voy y vengo del parque, no cargo instrumentos, la bicicleta sigue anclada a la entrada de mi casa, además, las caminatas con mi perrita son bastante más cortas. Entiendo también que mis horarios se modificaron, ya no tengo apuro en ducharme o desayunar porque voy a llegar tarde a la consulta o a una clase; por el contrario, el tiempo volvió a estar a disposición de mis necesidades y gustos, incluso me duermo más temprano, cuando el cuerpo me da aviso con varios bostezos.
La cocina
Las relaciones en el hogar se han vuelto intensas, cada uno se dedica a buscar la tranquilidad en sus rincones, a observar las sombras que se forman en las paredes durante el atardecer, a compartir una historia, una película, una canción, algo del trabajo, un almuerzo o una cena.
Mi rincón favorito es la cocina, creo porque desde niña recuerdo a mis abuelitas horneando un pastel, mi tata picando cebolla para su clásica ensalada con pimentones verdes, mi mamá ocupando todos los fuegos para hacer dos menús, a mis tías riéndose, todos revolviendo la olla cocinando algo delicioso para la familia. Creo he valorado la cocina porque ha sido un lugar sagrado para mí y mi familia, un lugar para estar en paz, conversar con uno mismo, pensar en los demás, desahogarse con locura, fortalecer las emociones, el paso previo para crear una conversación, dar las gracias y disfrutar de un buen plato.
Algunas frases destacadas en esta cuarentena (fueron alteradas levemente para mejorar la comprensión):
- “Voy todo el tiempo a la cocina”
- “He sentido que me ha ayudado a organizarme y controlar lo que como”
- “Empezar por ordenar las rutinas del hogar, pasito a pasito”
- “Preparar platos sencillos, ricos, baratos y llenadores, hechos y servidos con cariño para motivar el ojo y el gusto”
- “Estamos en un momento para reinventarnos, estar con nosotros y crear”