Alimentación sostenible

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Gisela González Mellado

Visión BAHN

En este espacio queremos dar a conocer nuestra opinión e investigación para que cada uno pueda reflexionar respecto a la sostenibilidad alimentaria, además de conocer los diferentes factores de producción y consumo alimentario que influyen en ella.

Hemos estado investigando diferentes informes y estudios que concluyen que los productos de origen animal, la carne y los lácteos requieren más recursos y producen más emisiones que las dietas basadas en plantas. Esto implica que necesitamos ajustar las frecuencias y cantidades de ingesta de carnes y utilizar proteínas vegetales en su reemplazo.

Por otra parte, si queremos tener hábitos alimentarios sostenibles, necesitamos reducir los desperdicios y aprovechar los recursos de la tierra mejorando las prácticas agrícolas. Cada año, cerca de 1/3 de los alimentos que producimos en el mundo se pierde o se desperdicia; siendo las mayores pérdidas y desperdicio de alimentos producidos en los hogares, restaurantes o cafeterías. El problema radica en que no reciclamos los alimentos.

Existen varios estudios e investigaciones que señalan que una dieta basada en plantas tiene efectos positivos sobre nuestra salud y bienestar. Una de las principales preguntas que surge en nutrición ante este modelo es si seremos capaces de cubrir nuestras necesidades nutricionales de proteínas, algunas vitaminas, minerales y ácidos grasos.

Como nosotros, la nutrición también evoluciona. Por ejemplo, antes la leche de vaca era un alimento esencial cuya composición nutricional era incuestionable; hoy en día, conocemos los efectos de la caseína (proteína de la leche) en promover la proliferación de células cancerosas en la próstata e hígado. Por otro lado, las personas con intolerancia a la lactosa -que se estima alrededor del 50% de la población chilena-, no pueden digerir adecuadamente estos azúcares, resultan padecer síntomas de hinchazón, gases e incomodidad.

En cuanto al consumo de pescado, éste aporta fundamentalmente proteínas, yodo, selenio, vitamina B12 y ácidos grasos Omega 3, no obstante lo anterior, hoy contamos con el desarrollo de las ciencias de la nutrición y tecnología alimentaria que han puesto a nuestra disposición suplementos alimentarios de origen vegetal para cubrir estos requerimientos. Por el lado de las carnes rojas y procesadas (carne de res, ternera, cerdo, cordero, caballo y cabra), existen varios estudios científicos, incluso la OMS que advierten sobre su consumo, ya que aumentan el riesgo de cáncer colorrectal como también el cáncer de páncreas y próstata.

En resumen, no podemos prescribir una dieta que sea igual para todos, dado que existen variaciones genéticas en todas las especies humanas, las que determinan nuestra capacidad de asimilar los alimentos de diferentes maneras, algo así como nuestra sensibilidad metabólica. Pero la mayoría de las personas coincidimos en que queremos alimentarnos para nuestra salud y bienestar y confiamos en que los profesionales de la salud, organismos e instituciones gubernamentales debiesen protegernos de estos riesgos. Pero, como en todo, también en las ciencias de la salud existe la manipulación de información, me refiero a esto con que existe una resistencia por parte de la industria alimentaria a generar cambios. Algunos científicos e investigadores a transformarse en pro de una alimentación sostenible.

Creo que necesitamos investigar, desarrollar y evolucionar, pero no menos importante, son nuestras costumbres, entorno y nuestros sentimientos; esa conciencia que viene del corazón y de nuestra capacidad de razonar por nosotros mismos frente a lo que comemos.

Medio ambiente y alimentación: ¿qué tan nociva es la industria cárnica para el planeta?

La sostenibilidad es un equilibrio entre la economía, el medio ambiente y las demandas sociales; es cuando la satisfacción de las necesidades actuales no compromete la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando este equilibrio.

Conceptos como éste, huella hídrica, huella de carbono y calentamiento global nos suenan hoy más que nunca en la historia de la humanidad debido a los graves cambios ambientales que están ocurriendo actualmente en todo el globo. La energía en sus distintas formas (electricidad, calor, transporte o procesos industrializados, es responsable del 76% de las emisiones de gases de efectos invernadero. Después de la explotación de energías fósiles, la industria alimentaria es una de las actividades humanas que posee mayor impacto en el planeta, generando aproximadamente un 26% de las emisiones globales.

Los impactos de la alimentación y la industria alimentaria son múltiples, y para comprenderlo es necesario entender la cadena de fuerzas que se interrelacionan. En primer lugar, la producción de carnes es el área más contaminante, sobre todo por los gases de bovinos que producen gases de tipo invernadero, constituyendo entre el 20 y 30% de las emisiones globales de éstos. Además, el sólo hecho de producir cualquier tipo de carne genera enormes costos en terrenos cultivables, en el recurso hídrico y en el medio ambiente, como por ejemplo, a través de la deforestación.

En los últimos 50 años, la producción cárnica se ha quintuplicado, convirtiéndose en una industria poderosa y rentable. En cifras globales, una tercera parte de los terrenos cultivables es destinada a la producción de alimentos para animales de ganadería. El aspecto social de la producción de carne es también relevante, puesto que los compradores y consumidores de carne son los países con más riqueza, mientras que los países en desarrollo, que además poseen graves problemas nutricionales, son los mayores productores de granos con que se alimenta al ganado.

La paradoja es que, de acuerdo a la OMS, actualmente, el 18% de la población total mundial es obesa, prácticamente la misma cantidad de gente desnutrida. Mientras que millones de consumidores del primer mundo fallecen por enfermedad relacionadas a la “riqueza alimentaria”, como obesidad, diabetes, etc., en otros países mueren millones por falta de acceso a recursos como la misma tierra para cultivar su comida.

Pero ¿cuáles son entonces las formas más eficientes de disminuir nuestra huella de carbono? Estudios señalan que, a pesar de que algunos promuevan la “carne ecológica” o “local”, siguen teniendo un impacto mínimo, puesto que el transporte en sí no proporciona una huella de carbono considerable. En cambio, alimentos en base a vegetales poseen una huella de carbono mucho más baja y menores gastos energéticos y de recurso hídrico.

Una de las recomendaciones que da la FAO para disminuir esta sobreexplotación alimentaria y ganadera y, por lo tanto, bajar las emisiones de gas invernadero, es proponer políticas públicas que promuevan el desarrollo sostenible de la agroindustria, como tecnologías para optimizar el terreno cultivable y tecnificación del uso del agua. También, velar por el asesoramiento nutricional a adultos que deseen optar por una dieta vegetariana/vegana. Porque lo que uno come sí puede marcar una diferencia en las emisiones de gases invernaderos y en la calidad del planeta en que vivimos.

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